jueves, 26 de noviembre de 2015

La ceguera del orgullo

La Tercera Guerra Mundial acabó con todo lo conocido anteriormente. Pocas cosas quedaban sin reducirse a escombros por los constantes bombardeos en casi todos los puntos del planeta. A excepción de los pequeños refugios donde se escondían los principales líderes mundiales, todo lo visible era territorio mortal. El mundo estaba tan devastado que incluso se agotaron los materiales de construcción en los pueblos y ciudades supervivientes. Es por ello que, según el territorio, se optó por la reconstrucción de hogares con castillos de naipes y con castillos de arena. La delicada situación fue lo que obligó a tomar esta drástica decisión.