El cable amarillo se encarga de mantener todo en su sitio. Estalla si lo cortas, pero las cosas permanecerán etéreas lejos de su radio. Es un protagonismo atado a las ilusiones de un regalo que no esperas y sin embargo tampoco llega. Es una luz que deslumbra y a la vez asesina a los monstruos de la oscuridad. La cámara observa impasible esos movimientos sospechosos, y ante la primera pastilla que circule, la primera lata que caiga o la penúltima copa que se derrame, da la señal de que todo va bien, que nadie hace nada fuera de lo normal.