Recuerdo aquellos años de bonanza
económica. Los problemas socioeconómicos de aquellos tiempos tenían que ver con
jóvenes que solamente cobraban un salario mensual de mil euros. Se hablaba de
una generación mileurista. Una generación que se apocaba a un precipicio del
que sería muy complicado salir. Pues ya han pasado diez años de aquello que
considerábamos una tragedia, y hoy cualquier joven consideraría un verdadero
triunfo personal si consiguiera cobrar un sueldo de mil euros antes de cumplir
25 años.
Mis breves experiencias
laborales, que compaginados con los estudios universitarios, nunca han supuesto
un ingreso superior a los 400 euros mensuales, son solamente un ejemplo más de
las opciones laborales de los jóvenes en la actualidad. Son unos ingresos que
suponen unos pocos euros a la hora, y tendrás que cobrar una miseria a no ser
que hipoteques tus horas de trabajo para alcanzar un salario digno.
La emancipación cada vez es más
tardía, sugieren numerosos estudios e informes. ¿Cómo no va a serlo, si a
menudo ni un trabajo te permite volar del nido? Lo más irónico es que además
hay que agradecer que los jóvenes tengamos padres o familiares cercanos que
permitan que nos quedemos el tiempo que haga falta en el sitio donde crecimos o
somos bien recibidos. Si podemos seguir adelante es casi siempre por caridad
familiar.
Tenemos en España un paro juvenil que no baja del 50%.
Como es evidente, si no mejora nada es a causa de una pasividad absoluta de las
administraciones para impulsar políticas que faciliten el empleo a jóvenes. No
se nos contrata por falta de experiencia laboral, entrando en un bucle del que
no tenemos claro cómo salir. ¿Nuestra única opción? Seguir estudiando y esperar
(o buscar) alguna opción de entrar en el mercado laboral. Hoy hay pocas
opciones.
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